La imagen del empresario tradicional, de señores barbudos entrados en años y, cómo no, con algunos kilos de más… está desfasada. Esos hombres que posan detrás de un escritorio con aires de seriedad circunspecta, encarnando perfectamente al hombre de familia tradicional, el único autorizado de llevar las riendas de los negocios, ha cedido posiciones y perdido vigencia. Ahora existe otra figura más fresca y grácil de empresario, negocios con rostros jóvenes que transmiten un aire despreocupado, de apariencia menos formal e incluso ingenua.
Rostros jóvenes, negocios igual de serios
A pesar de lo anteriormente dicho, existe un común denominador entre los jóvenes emprendedores de la actualidad con las generaciones anteriores, y no es otro que el tener casi las mismas cuotas de responsabilidad en cuanto a manejar un negocio y velar por otras personas a su cargo. Y es que son cada vez más los jóvenes que han decidido emprender o innovar en algún negocio específico. Esto se debe a una mezcla del impacto que ha tenido Internet, y en concreto Google y las redes sociales, en el mundo de los negocios. Como ha sucedido casi siempre a lo largo de la Historia, los cambios de tendencias en el manejo de instrumentos de gestión casi siempre los llevan a la práctica las personas más jóvenes (por supuesto, siempre hay excepciones y sería una temeridad generalizar).
Todo esto desemboca en que cada vez hay más jóvenes que son propietarios de negocios. Sin embargo, tampoco hay que descartar la variante social del asunto. Tras estudiar y comprobar que es muy difícil encontrar un trabajo, muchos jóvenes se han percatado de que tenían que hacer algo por su cuenta para ganarse la vida. Es decir, a raíz de una presión, los jóvenes se ven obligados a madurar rápidamente y a tomar responsabilidades en las que quizás jamás pensaron. Dada la inestabilidad económica existente, originada desde un poco antes del año 2007 (cuando estalló la burbuja inmobiliaria en los Estados Unidos y ello contagió a las economías de otros países), la seguridad laboral ha desaparecido. Por mucho que alguien tenga un expediente académico intachable, una empresa no contrata personal si las cosas le van mal.
Ejemplos de jóvenes emprendedores
Un ejemplo de jóvenes emprendedores es el de la empresa Fluff, por ejemplo, un negocio originado en las mentes de dos jóvenes veinteañeros que encontraron en el ramo de los juguetes un mercado rentable. Así, empezaron con un proyecto estudiantil y al poco tiempo se transformó en una empresa sólida con su propia marca.
Cabe recordar el caso de Jordi Alcaraz, quien con tan sólo 17 años sabía lo que quería: no estudiar más. Ahora bien, no se quedó con los brazos cruzados, sino que en 2010 creó su propio negocio: Viajes Outlet. El muchacho descubrió que tenía talento para organizar los viajes de muchos de sus familiares y allegados con ayuda de buscadores de Internet. Sin embargo, las cosas no siempre salen bien. Tras convertirse en una franquicia, las agencias de viajes dejaron bien claro que era imposible organizar este tipo de eventos con los bajos costes que proponía el negocio del joven empresario.
Algo parecido les sucedió a Carlos García y Jorge Dobón, quienes vieron una oportunidad en la comercialización de productos ibéricos y aceites (a pesar de que en un principio pensaban entrar en el mundo de las aplicaciones de Internet en principio). De esta manera nació Placeres Ibéricos, que facturó 100.000 euros durante su primer año de vida pero que luego no dio los resultados esperados. A pesar de ello, el segundo sigue adelante con startups, es decir, retomando la idea de lo que quería hacer cuando se inició en el mundo de los negocios.
Existen múltiples ejemplos de jóvenes propietarios de marcas y agencias en todo el mundo. Por supuesto que a veces fracasan, pero hay que recordar que la palabra emprendimiento, a pesar de las muchas acepciones que pudiese tener, se refiere principalmente al trabajo, lo que implica esfuerzo, constancia y, cómo no, riesgos. Y el riesgo es algo que les gusta a los jóvenes…