En el mundo de los negocios la posibilidad de cometer errores es una realidad de la que pocos pueden escapar. Siempre se corre el riesgo de trastabillar en determinado momento o de que las cosas no salgan como lo habías previsto.
Esto es más que común entre los emprendedores y empresarios novatos. Y uno de los errores más comunes es creer que, a la hora de lanzar al mercado un producto o un servicio, éste ha de ser atractivo para todo tipo de público. Pues no, los expertos aseguran que es indispensable sectorizar tus actividades para no perder el enfoque. Después de todo, el aceite de motor sólo debería querer comprarlo los que tengan un vehículo.
Un producto para todos
Décadas atrás, cuando la economía de bienes y servicios comenzó a masificarse, llegando a millones de personas, los empresarios y la industria en general no delimitaban sus productos a un sector social. Sin embargo, entre la década de los 50 y los 60, la competencia en la industria de bienes y servicios arreció, haciendo que las empresas afinaran aun más sus estrategias para atraer y retener a ciertos estratos de la población.
En pocas palabras, y en términos de negocio, se apartaron de la competencia innecesaria y rediseñaron su propuesta de negocio e incluso el producto mismo. Esto significó el cambiar de imagen y, por extensión, de destinatario de sus productos y servicios.
Segmentar el mercado
El último punto anteriormente mencionado es el que revolucionó la forma de hacer negocios en la segunda etapa de la economía global de mercado. Y es que, en vez de invertir en producir productos y bienes para todos, se comenzó a producir pensando en un segmento específico de la sociedad. Tomando en cuenta edad, género sexual, estrato social e incluso preferencias políticas y hasta sexuales.
Esto no sólo significa que se sabe hacia qué público en particular se dirige la mercancía, sino que además permite que los empresarios sepan con mayor facilidad cuáles son las necesidades puntuales de dicho estrato, el cual puede intentar llenar con sus productos.
Esto quiere decir que el producto debe tener identidad y sentido de pertenencia con una comunidad o un sector social específico que lo reciba como símbolo y no como producto desechable, el cual les pueda ser útil e inclusive necesario.